jueves, 10 de septiembre de 2009

De no cumplir años o cómo parar el tiempo (I)

La búsqueda de la eterna juventud es un mito tan interesante como antiguo. El objetivo de la eterna juventud sigue siendo tan actual, o más, como en cualquier otra época de la Historia. Para mí, la juventud es un concepto mental y depende de la capacidad de asombro y ganas de aprender que conservemos en el tiempo. Así, he conocido a viejos de 20 años y a jóvenes de más de 60.

Esta entrada es la excusa perfecta para presentar dos obras que me han gustado mucho y que abordan algunas de las derivadas de esta cuestión.

EL TAMBOR DE HOJALATA, de Günter Grass, editada por Alfaguara, aunque también hay una edición de bolsillo en Punto de Lectura. Aviso: yo tengo una edición de bolsillo y la letra es francamente pequeña, y es que esta edición tiene una longitud de 800 páginas.

Este magnífico libro, que este año ha cumplido los 50 años de su publicación, es una obra bastante compleja. La acción se sitúa en Alemania y abarca una periodo que va de la preguerra a la posguerra (de la II Segunda Guerra Mundial.) La historia está contada, a modo de recuerdos, por Oscar Matzerath, el protagonista que al cumplir los tres años decide dejar de crecer. Aunque abundan los elementos fantásticos e incluso mágicos, la obra realiza un recorrido casi autobiográfico por la convulsa historia de aquellos años desde el punto de vista de un "presunto" niño, de gran inteligencia que, cuando le interesa, se esconde tras su apariencia infantil.

El autor, Günter Grass (en la fotografía), nació en Alemania en 1927, en Danzig, ciudad que actualmente se llama Gdansk y pertenece a Polonia. Su magnífica obra le ha hecho merecedor del Premio Príncipe Asturias de las Letras en el año 1999 y, en ese mismo año, el Nobel de Literatura.

En el año 1978 se adaptó al cine esta obra, dirigida por Volker Schlöndorff, y obtuvo el Óscar a la mejor película en habla no inglesa en el año 1979. El tambor fue un regalo en su tercer aniversario de su abuela, que se lo había prometido. Oscar se convierte en un experto en tocar este instrumento-juguete, del que nunca se separaba e incluso llegaba arriesgar su propia vida para lograr sustituirlo con el anterior se rompía.

En una divertida escena de la película, Oscar presencia una acto/desfile nazi y acopla su tambor al de la marcha, pero comienza a variar la percusión hasta que consigue confundir a toda la banda. Otra característica de Oscar era que podía romper cristales con su voz, don que aprendió o descubrió que tenía cuando intentaron quitarle el tambor por primera vez. Su decisión de crecer es su respuesta al "no quiero ser adulto". No obstante, su inteligencia, tal que ya hablaba y razonaba en el vientre materno, casi le hace parecer un pequeño monstruo a medida que sigue desarrollándola.

Incluyo un enlace con Youtube de la película (pincha en el título subrayado) El tambor de hojalata (Die Blechtrommel). (Recoge las imágenes del "boicot" al acto nazi.) Pero claro, aunque tengo un buen recuerdo de la película, tengo un mejor recuerdo de la novela, que recomiendo sin reservas.

¿Conocías esta película?¿Has leído esta obra?¿Conocías la obra de este magnífico intelectual?¿Te habría gustado poder detener el tiempo?

2 comentarios:

  1. Conocía la película, de la época de estudiante y los cines de versión original en sesión de madrugada. Los miércoles era el día apropiado, a mitad de mitad de precio, para terminar a altas horas en una tertulia, al calor de un café irlandés. Quizá sea éste un buen momento para leer el libro.

    Ahora que hablas de detener el tiempo y películas. Me viene a la memoria "Atrapado en el tiempo". Una deliciosa comedia en la que el protagonista, Bill Murray, hace una interpretación soberbia de un meteorólogo prepotente que tiene hacer la crónica del día de la marmota: a sus ojos una estúpida tradición en la que un no menos estúpido roedor pronosticará como será el resto del invierno, en función del estado de la atmósfera en el momento de su salida estelar de la madriguera. Tras pronosticar el bicho que el invierno será largo, una nevada impide a nuestro protagonista la salida de Punxsutawney, que así se llama el impronunciable pueblecito de la marmota. A partir de ese momento nuestro protagonista despertara siempre en el mismo día, lo que le lleva primero al delirio con múltiples intentos de suicidio, al más absoluto gamberrismo posteriormente y por último a saber aprovechar cada instante de su sempiterno día en su propio beneficio y el de los que le soportan. Ese día es el 2 de febrero.

    Para nosotros el día 2 de febrero puede que no signifique nada más que la festividad de La Candelaria, Pero dicha celebración tiene como casi todas un origen pagano. Concretamente el Imbolc, festividad celta que tenía un significado astronómico y meteorológico. Imbolc, palabra gaélica, significa literalmente ombligo y se refiere al cordón umbilical del periodo de parto de las ovejas, anuncio de la proximidad de la primavera. Su celebración, el 1 o 2 de febrero coincide con la mitad del tiempo transcurrido entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Con el tiempo esa festividad quedó consagrada a Santa Brígida, por ser la festividad de la diosa Brígida en la mitología celta, y más tarde a la Purificación de la Virgen María o La Candelaria.

    Ya ves, empezamos con detener el tiempo y terminamos con el origen de la patrona del chicharro. Serependities de la vida… JAL

    Sou un desastre, aquí es donde iba la entrada

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  2. Gracias por tus comentarios, JAL. No conocía la historia del origen de la festividad del 2 de febrero y es muy interesante. He visto la película de Murray y es divertido ese bucle sin fin del tiempo. Respecto al comentario en la entrada anterior, de momento no puedo eliminarlo, pero seguiré investigando.

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